jueves, 23 de julio de 2015

Chica de Oro - Capítulo Final - Bien Pituca

Nunca me intereso el boxeo y hoy no va a ser la excepción. Mi viejo durmió su siesta de todos los días para esperar "La pelea del siglo" en casa. Debe estar algo ansioso. Yo decidí irme a bailotear unos ritmos tropidelicos con amigos ahí en el muelle, el que es postal de todas las fotos de mi ciudad. Camino al muelle los bares están apiñados, la tv se ha unificado después de las 12 en dos tipos arriba de un ring.
El muelle no solo es la postal de la ciudad, es también el lugar donde mi viejo me llevaba de chico a comer conos de rabas o cornalitos fritos. Siempre quise una porción de cornalitos que tenga el doble de ojos. Porque esos se comen así enteros. Esos pescaditos chiquitos apenas llevan harina y de ahí a la freidora y de ahí a la boca.
Llegando al lugar hay unas palabras mías que alertan todo. Tengo una superstición y se la cuento a Luciana. "Siento que me voy a encontrar a Chica de Oro", son mis palabras.
Han pasado algo mas de tres meses sin noticias ni del uno ni del otro. ¿Porque debería ser hoy el día?. Pues bueno, llamenlo superstición, casualidad, destino. Esta allí, moviéndose. Derrochando swing, bien pituca.
Mis aliados se percatan y me rodean como un escudo, aunque el encuentro es inevitable. Pasa a mi lado. Nos damos un abrazo y un saludo efusivo. "Vi al novio de Luciana, era obvio que estabas acá". Sonrío y le dije que me di una vuelta por ahí el día anterior también.
Siento el golpe. Los chicos intentan distraerme y casi que lo logran. La noche esta terminando y al darme vuelta la veo ahí. Tan cerca pero tan lejos. Y yo estoy casi yéndome. Entonces la miro a la distancia y se acerca a mi hasta quedar nuestras narices rozándose. Si. Estamos frente a frente, después de meses sin abrir la boca. Ya no hay pulso que no lleve su nombre. El abrazo es inevitable. Las luces de kermese hacen todo mas tierno. Hay un principio de habla que se desvía. Lo acumulado del tiempo nos confunde. Mi contraataque es feroz, pero como su ego no puede soportar nada que la incomode o contradiga, me invita a bailar. Me dice que no podemos perdernos estos temas que nos gustan. Es astuta. Quiere dar vuelta la historia. Nos perdemos en el ritmo. El compilado de Chicha Roots lleva a ese DJ a nivel Dios.
El lugar se va vaciando, deja ver su piso de madera algo maltrecho y el escenario a medio desarmar. Y acá viene un dato clave. Ella estaba con su amiga de siempre, el novio de esta y un chico mas. Se acercan a saludarla. Se van. Y ella decide quedarse conmigo. Pregunto el porque de su decisión. "Me voy en unas horas", es su respuesta. Si, ya tiene tono de película y de esas que no me gustan mirar. Y digan que tengo testigos de los míos y de los de ella. Todo este tiempo de desaparecidos para juntarnos apenas  horas antes de su partida. Pues si lo hubiera pedido seguramente nadie me lo hubiera cumplido. Caemos en una frase común nuestra. "Acá estamos", nos decimos. Me toma la mano y salimos disparados en el medio de un frío violento. Rodeados de mar todo es mejor. Todo parece tan natural que es como si no hubiera pasado nada, o es su vuelta de Brasil, como en agosto.
Nos sentamos en un bar cerca de su casa. Desfilan los borrachos y parejas grandes prometiéndose amor en voz alta. Me cuenta de sus proyectos con mis manos entre las suyas. le devuelvo los míos y le cuento que empece a subir un blog algunos relatos que ella ya conocía y otros no tanto. Que algunos mas me ayudaran.Cuando salta algún que otro nombre se pone seria. Inmutable. Solo sonríe cuando nombro a mi entrañable Martín y a mi hermano.
El sol le pega al bar en los cuatro lados. Son casi las 9 y debemos irnos Promete dormir unas horas, un baño y agarrar el bolso. Me da la hora exacta de su partida. Le doy unos saludos para su familia y en especial para Tatin y su hermano. La dejo en la entrada de su departamento abrazo mediante.
Ya han pasado los días y estoy despidiendo a Martín. Se va a vivir a Murcia con su familia. Me pregunta de este día. Si acaso volvería a estar con Chica de Oro. Solo sonrío. Su cara se transforma y supone una respuesta. Se que me quiere pegar. Entonces le vuelvo a reír. Comenta lo increíble de ese día. Porque ni bien llegue a mi casa fue el primero en enterarse. No se si deseaba eso,pero seguramente nos debíamos una charla. Si tuviera que pedir un deseo seria distinto. Pediría despertarme y que al lado de mi cama este Aristimuño cantando "Perdón" con su guitarra. Que al ir a la cocina este Molteni preparándome un desayuno de campo. Que vaya al comedor y este Casas fumando y nos quedemos hablando de rock y libros. Que se quede a comer un guiso de lentejas de mi vieja y que nos atiendan como alguna vez en la vida mereceríamos. Que nos atienda "El enano" Gabi, Luciana, Nico, Agus. Que me toque el timbre Martín con los sables de luz de Darth Vader y Luke Skywalker, esperándome abajo para ir a la plaza. Cruzarme a Lucas y a Alma en los juegos. Dejarlo a él ahí e ir a tomarme el 41, que venga rápido y no la media hora que lo espero siempre. Que me lleve al Once Unidos en un partido contra los primos ahí, en esa cancha. Pero no para ganarles ni nada, solo para que conozcan lo que es una verdadera hinchada enamorada de sus colores. Que sientan lo que representa el negro, el rojo y el blanco para nosotros. Con mi hermano al lado. Que sientan lo que es Quilmes para nosotros. Y que una vez terminado el partido, sea Chica de Oro quien me abra la puerta de casa. Que me diga que no se irá. Que ya le aviso a Maki que no volverá y que se quedara conmigo. Que ya puso la alarma para despertarnos temprano e ir bajo el sol a sentir el pasto fresco debajo de nuestros pies mientras reímos. Eso pediría.
Cuando doblamos y empezamos a ver la Plaza Colón supe que capaz no la vería mas. Alentamos el paso, la media cuadra se vuelve eterna y nuestras palabras empiezan la despedida. Me esconde en la entrada de su departamento y hace que eso me duela. Nos ponemos a un costado. Nos abrazamos y le digo que le voy a escribir en junio, para su cumpleaños. Aunque lo que acaba de hacer me hace ruido blanco y me pone en duda. Un taxi solitario espera en la esquina de la plaza. El viaje es todo silencio. Llego a casa. Le cuento a Martín, a Fran, a mi hermano. Pongo la alarma y quiero improvisar una despedida. Se que no podría detener el viaje. Pero sería robarle un momento a ella y Maki. Y no debo hacer eso. Me desplomo sobre mi té de las 11. Me siento en la cama con la imagen de ella bajo el sol mientras yo me subo al taxi. sabiendo que el ultimo día que la vi, supe que juntos, somos geniales.